viernes, 19 de marzo de 2010

"Virtudes de la cera amarilla" (12/03/2010) en el diario digital "Voces de Cuenca".

Ver en su contexto: http://www.vocesdecuenca.com/frontend/voces/Virtudes--De-La-Cera-Amarilla-vn4092-vst354


O leer:

Hay dos clases de cera, la amarilla, que es la natural, y la blanca que, según el doctor en cirugía José Jacobo Plenk, se pone a blanquear al sol y al aire a fuerza de lavaduras reiteradas. La blanca es más quebradiza, la amarilla más blanda. En esta ocasión el buscador de olores no se refiere a la blanca, la cual deja para otra ocasión, sino a la amarilla, cuyo olor y sabor es mejor que en la blanca.


Por Juan Clemente Gómez


Hay dos clases de cera, la amarilla, que es la natural, y la blanca que, según el doctor en cirugía José Jacobo Plenk, se pone a blanquear al sol y al aire a fuerza de lavaduras reiteradas. La blanca es más quebradiza, la amarilla más blanda. En esta ocasión el buscador de olores no se refiere a la blanca, la cual deja para otra ocasión, sino a la amarilla, cuyo olor y sabor es mejor que en la blanca.

La afición por mi padre Isidoro a las colmenas le nació ya por casta. No en vano, su padre, el abuelo Clemente, tenía Colmenar de segundo apellido, de casta y de necesidad. Siempre estuvo Isidoro proclive a sacar unas pesetas allá donde hubiera ocasión y en la Cuenca de los cincuenta la ocasión se presentó en forma de colmenas, al principio un par de ellas, más tarde cuatro o cinco, y poco a poco el número se fue incrementando hasta tener más de 30 colmenas que cuidar, mimar y trabajar, que una colmena no es moco de pavo ni pelos de gorrino.

Una de las tareas esenciales en la colmena es preparar los cuadros, para lo cual es preciso colocar las láminas en el propio cuadro, pero no de cualquier manera, sino con la ayuda de un sencillo artilugio, parecido a un fino rodillo candente que al quemar la cera la hacía unirse al alambre del cuadro. Ahí esta el perfume ceráceo. Una mezcla de chamusquina melífera con incienso encerado, algo así como la antesala del santa santorum de los judíos. La base de operaciones era al principio el pequeño comedor-salita de estar -habitación multiusos de la calle de la Moneda, convertida en almacén improvisado. Más tarde, la leñera de las doscientas, junto a la plaza de toros, por donde aún debe de rodar alguna bola informe de esta cera blanda y moldeable, de color ambarino.

Una vez realizada la cata de las colmenas, quedaba en los bidones una mezcla informe de miel, cera y restos de abejas, que era necesario cocer para clarificar y sacar a flote el dulce contenido. La cera quedaba en la superficie en forma de tortas gruesas y olorosas. Olor que nos acompañaba en casa durante mucho tiempo. Amelia, mi madre, solía aprovechar la cera para hacer velas artesanales, y los demás nos divertíamos amasando pelotillas y bolas para jugar al gua, que vaya usted a saber qué clase de bolas salían de nuestras manos. Las tortas grandes las compraban después en la cerería o nos las cambiaban por láminas para hacer nuevos cuadros.


Esta pequeña industria familiar sacó a mis padres de algún que otro apuro, pues fruto de la laboriosidad de Isidoro, las vecinas se acercaban por casa al olor de la miel fresca recién recogida y elaborada en las tierras alcarreñas de Olmedilla de Eliz, solar del abuelo Clemente, el del título de practicante firmado por su Majestad el Rey D. Alfonso XIII y acribillado de cagaditas de mosca .


Estos olorosas ceras amarillas ponen a flor del recuerdo el día que a Isidoro se le cayó por descuido la dentadura postiza, yendo a parar a un bidón de miel. Nadie supo jamás que pasó con ella, posiblemente fuera fagocitada por los vapores cerúleos, el caso es que jamás apareció.

Pongo en conocimiento de lectores curiosos y olorantes que la naturaleza de la cera amarilla no es disoluble en el agua ni el espíritu de vino; tiene virtud emoliente y emplástica; destilada da una flema ácida y un aceite butiroso, y con una parte de cera y otras cuatro de miel, todo derretido a un fuego suave, podemos conseguir el ceromel, un cerato muy bueno para cubrir las heridas y úlceras, aconsejado por el Dr. Lenk para los sabañones abiertos.

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