sábado, 27 de febrero de 2010

" Juan Clemente Gómez" (19/02/10) en el diario digital "Voces de Cuenca".
O leer:
Antes de ir al seminario nunca había jugado al fútbol. Oler a linimento es oler a Uclés, oler a fútbol. En mi barrio conquense de la calle de la Moneda, placeta de las Escuelas, la Muralla y el Jardinillo los chavales jugábamos a tres marinos a la mar, a esconder el bote en las arquetas del agua, o a apedrearnos un barrio contra otro. El fútbol lo descubrí en Uclés. El primer año, apenas estrenada la pipiolez, (curso 1959-60) pasé de no ser nadie en el mundo futbolístico, a convertirme en un crac; aunque la fama nunca se me subió a la cabeza.
Por Juan Clemente Gómez.
Antes de ir al seminario nunca había jugado al fútbol. Oler a linimento es oler a Uclés, oler a fútbol. En mi barrio conquense de la calle de la Moneda, placeta de las Escuelas, la Muralla y el Jardinillo los chavales jugábamos a tres marinos a la mar, a esconder el bote en las arquetas del agua, o a apedrearnos un barrio contra otro. El fútbol lo descubrí en Uclés. El primer año, apenas estrenada la pipiolez, (curso 1959-60) pasé de no ser nadie en el mundo futbolístico, a convertirme en un crac; aunque la fama nunca se me subió a la cabeza.

Como en la liga real, en los cursos estaban las tres divisiones 1ª 2ª y 3ª, sin saber cómo, me vi envuelto en el equipo de la 1ª sin darme cuenta del porqué había picado tan alto: Al principio de curso aún no se habían comprado los balones “de reglamento”. Yo tenía un viejo balón de cuero, con lengüeta y cordonera incluida, todo por fuera. El balón había sido de un primo mío de Madrid que, al parecer, ya se había cansado de zurrarle y lo recibí en herencia. Aquel balón fue la salvación de la 1ª división de mi curso.

-¡Eh tú! -me dijeron al verme con un balón tan apetitoso- si nos lo dejas, te ponemos en la 1ª.

Accedí encantado y sorprendido a la vez. ¿De dónde a mí tal honor?

Fue cosa de pocos días, en cuanto llegaron los balones nuevos bajé posiciones a un ritmo vertiginoso, hasta hundirme en el profundo pozo de la tercera división. La vida es injusta. Me habían aupado a la primera por mi balón y no por mis cualidades deportivas. Mi puesto en la primera era de recogepelotas.

¡Qué ilusión, a comienzos de cada curso, comprarse el equipo a través de la tienda del seminario! Un buen día llegaba una enorme caja de Madrid y allí estaban nuestras camisetas, medias, pantalones, rodilleras y botas con tacos. Aquello era la sal de la vida. ¿Qué por qué me compré el uniforme del Barcelona? Pues no sé, quizás porque lo llevaba mi amigo Mariano y le sentaba muy bien. Nos hacía ilusión embadurnarnos bien de linimento, así nos parecíamos más a los ídolos de la época, Kubala, Ramallets y Suárez ,el que ficharon en Italia.

En el fondo me tiraba el Atlético de Madrid, quizás fuera porque en él jugaba el mítico Jones, de color, y como yo era tan moreno y me llaman “Níger” pues por eso, por cuestión de afinidad dermatológica el corazón lo tenía puesto en el Atleti, que para entonces ya me había brotado la vena de la solidaridad.

Mi puesto era de defensa derecho, para delantero no tenía fuelle, ni ojo clínico para tirar a puerta, para medio, me faltaba coordinación de movimientos, para portero carecía de elasticidad, así que no me quedaba más puesto que el de la defensa, por mi estatura y aspecto físico; claro que eso no les importaba a los delanteros del equipo contrario, cuyos regates me dejaban con la boca abierta, es decir, que ni me enteraba por donde pasaban; ahora que... cuando el balón me venía derecho, le daba una buena bolea, sin ton ni son, pero se la daba.

Jugábamos en las eras del pueblo. Nunca llegué a entender quien manejaba los hilos para darle a los de la primera la mejor era, y dejarnos a los de la 3ª la más birriosa y alejada del camino.

Lo peor del fútbol era la vuelta al seminario, quien más quien menos iba pensando en el día siguiente: las clases, las preguntas, los ceros patateros y las traducciones de griego o de latín, sin hablar de las horrorosas mates. A veces pienso, que no estaría mal incluir en el currículum mi fugaz paso por primera división, omitiendo el calificativo de recogepelotas, por supuesto.

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