sábado, 27 de febrero de 2010

"Del salón(*) en el ángulo oscuro" (12/02/2010) en el diario digital “Voces de Cuenca”.

'In illo tempore' tu olfato aún no estaba formado, sabía percibir sólo olores básicos, de andar por casa, olores suaves e infantiles. Al llegar el verano, padre solía enviarte a pasar una temporada en casa de alguno de sus hermanos, casas de pueblo, Alcarria o Sierra conquense, según soplaran los daimons familiares.
Por Juan Clemente Gómez.

In illo tempore tu olfato aún no estaba formado, sabía percibir sólo olores básicos, de andar por casa, olores suaves e infantiles. Al llegar el verano, padre solía enviarte a pasar una temporada en casa de alguno de sus hermanos, casas de pueblo, Alcarria o Sierra conquense, según soplaran los daimons familiares.
Aquel verano del 54, un buen día hiciste la entrada triunfal a bordo de la motocicleta Guzzi, CU 2141 en Las Majadas… Allá de las majadas al otero... resuena en tus oídos los versos clásicos e imperecederos.

Cierras los ojos y aún guardas en tus fosas nasales el olor arrugado y ocre del salón colgado en un clavo, junto a un ventanuco de la casa. Un olor hiriente para tu olfato impúber, rozando la náusea, acariciando el vómito. La carne reseca y prieta de las ovejas muertas bamboleándose al aire de la sierra fue para ti, niño de capital, un bautismo de olor marcado a fuego.

Las Majadas y el salón, somarro en otras latitudes, ovejas que se despeñaban o morían sin darse cuenta de moquillo o tiritera, había que aprovechar su carne, eran tiempos de escasez.

Las Majadas, tus padres ausentes y tú sin noticias, solo entre las cortinas de salón maloliente colgadas en la cámara, soñando, tal vez, en la escuela de D. Roberto cerrada en el estío, donde fuiste inocentemente tan feliz. Salón renegrido y apestoso, de olor prohibido para olfatos tiernos. Días y días de espera de tu padre cabalgando la frágil Guzzi Hispania que te librara de las angustias cotidianas, gallinas alborotadas e insaciables, conviviendo en un corralillo interno, en la propia casa, gallinas gallináceas, gallinas gallicínidas.

Tu cara de niño bueno y obediens usque ad mortem, enmarcada entre la angustia por la ausencia de los padres y aquellos tasajos de carne encecinada, amojamada y mortecina.

Sólo los juegos con Angelina coloreaban tus grises y largas horas. Angelina era un ángel que recuerdas anclado en la lejanía. Meses más tarde voló al cielo y amasas lloros, lutos, enjugas lágrimas y juguetes entre el crespón de un pequeño ataúd blanco y ligero. Tu prima Angelina, flor cortada antes de tiempo. En su lugar y para consuelo de tus tíos, Alejandro y Florencia, vino al mundo la prima Consuelo.

Majadas, flores marchitas, flores ajadas en el recuerdo del salón somarrero en la ventana. Una pequeña iglesia, unos globos, una fiesta y la gente sentada en las suaves lomas frente a la iglesia, como en los tiempos de Jesús de Nazaret, esperando el milagro de los panes y los peces, el milagro un Zequiel repartiendo flores de azahar para mitigar las heridas olfativas del salón en el ángulo oscuro de tu pequeña mente aún sin amueblar.

(*)”Carne de cabra o de oveja. Se pone al aire y en especial al sereno , para que se vaya secando y curando lentamente, una vez aliñada con abundante sal y otros condimentos.-Serranía.-José Luis Calero.-“Vocabulario dialectal de la Mancha Conquense”.

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