viernes, 5 de febrero de 2010

"Diario de una mosca” (05/02/2010) en el diario digital “Voces de Cuenca”.

Ver en su contexto:
http://www.vocesdecuenca.com/frontend/voces/Diario-De-Una-Mosca-vn3556-vst354

O leer:
Por Juan Clemente Gómez

Cierras los ojos, Zequiel te envuelve en su manto. Te dejas llevar por las alturas. De tejado en tejado vas a dar con tus huesos en el nº14 de la calle de la Moneda, esa calle que tanto significa para ti, preñada de misterios, infancias nunca acabadas y sueños rotos. El portal está abierto. En su interior a mano izquierda una pila con un grifo para abastecer de agua corriente a los inquilinos: arriba Doña Clotilde, en el centro tus padres Isidoro y Amelia, y en la planta baja: la señora Margarita, sin marido y sin doña.

Antes de la pila y el grifo en el portal tu madre tenía que ir a por agua a la fuente de la placeta de las Escuelas. ¿Sabías que eres un niño que no pudo sentir la dicha de girar un grifo y ver caer el chorro del agua hasta bien pasados los once años?


Subes las escaleras casi en volandas, te las sabes de memoria, una dos tres, cuatro y descansillo; una dos tres y a la derecha un pequeño hueco con pelusas; una dos tres cuatro, cinco, y la puerta de tu casa con un llamador en el centro, en forma de mano.

Abre tu madre, majestuosa, la casa está en penumbra, ha corrido los visillos de los dos balcones por donde únicamente entra la luz natural a la casa. Enseguida percibes un olor familiar, un olor acre, penetrante y picajoso que te hace cosquillas en los ojos .Tu madre le ha declarado la guerra a las moscas con un fusil especial hecho de hojalata y bien provisto de un líquido fulminante: el flit. Huele a flit hasta los mismos tuétanos de la casa.

-Anda , hijo, baja y te estás con la señora Margarita hasta que se pase un poco la olor.

Obediente, (obediens usque ad mortem) abres la puerta y te bajas con la señora Margarita. Pelo ralo, blanquecino, un solo diente vigila la caverna de su boca. Su hija, Aurorita, te abre la puerta. Eres el hijo de la señora Amelia, el mayor, el predilecto.

Es verano y las moscas se enseñorean de callejas, patios y cámaras .Hay moscas por todas partes .Recuerdas a tu abuelo Clemente, experto cazador de moscas, al vuelo y sin red. Tu abuelo cuyo título de practicante firmado por Su Majestad el Rey Alfonso XIII ha presidido durante décadas aquella habitación del pueblo, habitación multiusos, comedor, despacho, barbería y clínica de pequeñas urgencias, inyecciones, rozaduras, y sacamuelas.

Y de pronto Aurorita te da una toalla, se coge el mandil por las puntas, lo levanta al cielo, y entre los dos formáis un pequeño destacamento matasmoscas naturista. El sistema de Aurorita es mucho más natural que el insecticida malévolo del flit. Las moscas son empujadas por la toalla y el mandil boca arriba, hacia el vacío de los balcones abiertos cara al Huécar. Las moscas de la señora Margarita son mucho más afortunadas que las de tu madre. Salen espantadas al abismo incierto, atónitas, pero vivas, que a fin de cuentas es lo que importa. Ni punto de comparación con las moscas vecinas de un piso más arriba. A veces dudas si la señora Margarita era para ti viuda de nacimiento .Conservas un leve recuerdo de un hombre, sentado siempre en un rincón de la habitación, bebiendo agua a tragos largos de una botella de vidrio incoloro.

Margarita y Aurorita, ahuyentadoras de moscas, nuestras mejores vecinas, ajenas a todas las innovaciones de la Cuenca provinciana . Nunca usaron el petróleo para cocinar en los hornillos de la época, ni para calentarse, preferían hacerlo con carbón, y guisar en el puchero al pie de la vieja chimenea, que a su vez servía de medio de comunicación para transmitirnos noticias de una casa a otra. Allá íbamos a parar cuando madre sentía los dolores del parto de un nuevo hermano. Al subir, como si tal cosa ya teníamos un pequeño más en la familia.

Y sin enterarnos de nada. Como de la razón última y esencial del doña para Clotilde.

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