martes, 13 de abril de 2010

"Haciendo el pino" (09/04/2010) en el diario digital "Voces de Cuenca".

No hay nada más placentero que viajar por esos mundos de Dios, encontrarse de frente con un pinar y aspirar en silencio el perfume de los pinos; si el pinar está recién impregnado de lluvia, tanto mejor. Oler a pino es oler a Cuenca. Deambular por los pinares es flotar entre nubes de pura esencia conquense.

Por Juan Clemente Gómez

No hay nada más placentero que viajar por esos mundos de Dios, encontrarse de frente con un pinar y aspirar en silencio el perfume de los pinos; el pinar está recién impregnado de lluvia, tanto mejor. Oler a pino es oler a Cuenca. Deambular por los pinares es flotar entre nubes de pura esencia conquense.
El contacto con los pinos viene desde edad muy temprana, en pleno corazón de la ciudad, teníamos los chavales un pinarcillo en el cerro de los Moralejos, que nos servía para escurrirnos desde la cima y llegar abajo con la culera de los pantalones hecha unos zorros. Al llegar Navidad era santuario obligado donde cogíamos algunas ramas para adornar el Nacimiento.
En el verano, la primera tortilla campestre se disfrutaba en “Los pinillos”, absorbidos ahora por la urbanización de “Las Malvinas”. Rozando ya los nueve o diez años, sin saber que las agujas de pino son adecuadas para muchas lociones capilares e ingredientes para el baño, incluyendo, desde luego, el tan rico y recomendable gel de pino, los chicos de Acción Católica, ubicada en el piso superior de PALAFOX, nos íbamos de excursión al Pinar de Jábaga, cantando como jabatos el “Para ser conductor de primera, acelera, acelera, acelera, señor conductor…”
Nos daban un balón de reglamento y hala a jugar en la inmensa explanada, limpia entonces de chalets, Rentos, Vírgenes y altares a San Cristóbal, lo único que estaba en pie era un refugio y una casa de alta alcurnia.
Por el refugio nos metíamos pensando en las hazañas de Roberto Alcázar y Pedrín, quizás el Jabato o el Capitán Trueno en busca de aventuras y al salir del túnel siempre nos esperaba, a la sombra de los pinos, un bocadillo de tortilla francesa llena de hormigas que se habían colado en el talego de tela a cuadros, algún huevo duro y un plátano.
Luego a esperar que el conductor de primera nos llevara a Cuenca, para nosotros muy lejana a pesar de la cercanía. En aquellos tiempos no podíamos pensar en excursiones más allá de nuestras narices.
Mientras llegaba el autobús de Rodríguez, este buscador de olores, que ya era un tanto místico y rara avis, se alejaba de la multitud para internarse en el inmenso pinar, en busca de algún apartado rincón, con la vaga esperanza de convertirse en un afortunado pastorcillo, como los de Fátima o Lourdes a quien la Virgen se le apareciese sobre un pimpollo de pino. Con el paso del tiempo, se fue abriendo el abanico de excursiones, llegando hasta los confines de Los Palancares, donde el pino es el rey de la creación. Más tarde, con clara vocación ecologista y vegetariana, tuvo acceso a los arcanos de la botánica, conociendo que las ramas tiernas del pino en cocimiento -30 gramos por litro de agua-, es un excelente depurativo de la sangre, muy útil contra la sífilis, escrófulas, gangrena pulmonar y enfermedades de la piel en general. Además se usa contra el reumatismo, la gota, las afecciones de los riñones, retención de la orina, hidropesía, catarros bronquiales y pulmonares, el asma y el escorbuto.
La corteza en cocimiento, 20 gramos por litro de agua, se bebe contra la fiebre, y se usa al exterior, para lavar y curar las úlceras de la piel. El carbón del pino reducido a polvo, se toma en pequeñas dosis, para neutralizar y eliminar los gases del estómago, y también para corregir la fetidez del aliento.
Por las venas de Cuenca corre la sangre del pino, la savia perfumada, dando nombre a pueblos como Almodóvar del Pinar, Pineda, Pinoso, Pinarejo, Casas de los Pinos y Verdelpino de Huete. Savia que los conquenses llevamos ya desde nuestros primeros pinitos y que paseamos por el mundo, saliendo desde la Carretería hasta el quinto pino, más o menos, vaya Usted a saber.

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