viernes, 8 de enero de 2010

"El espliego como material patrimonial" (08/01/10) en el diario digital "Voces de Cuenca"


Ver en su contexto original: http://www.vocesdecuenca.com/frontend/voces/El-Espliego-Como-Material-Patrimonial-vn3195-vst354

O leer aquí mismo:

Salir al campo y aspirar el perfume del espliego es volver años atrás. El aroma de esta planta (lavandula latifolia) me devuelve a los años cincuenta, exactamente a las inmediaciones del parque de Santa Ana, al Vivero de toda la vida, donde con el tiempo surgió el Club Serranía, ya desaparecido.

Por Juan Clemente Gómez

Salir al campo y aspirar el perfume del espliego es volver años atrás. El aroma de esta planta (lavandula latifolia) me devuelve a los años cincuenta, exactamente a las inmediaciones del parque de Santa Ana, al Vivero de toda la vida, donde con el tiempo surgió el Club Serranía, ya desaparecido. Junto al Vivero se instalaba una de las calderas que en Cuenca servían para destilar la esencia de esta planta mágica. La sazón del espliego era un alivio para las economías maltrechas de los conquenses. Era costumbre salir al monte a recolectar unos cuantos haces de espigas, cuantos más mejor. Los mozalbetes con bici podían tener la feria resuelta, Juan Corriente y Moliente y su hermano Antonio no podían aspirar a recoger ni una espiga, por no tener bici, ni carretilla, ni nada de nada. Sólo el olor bastaba para ser feliz y pensar en la feria, a ver si caía alguna propina de los tíos. Una nube embriagadora envolvía el barrio y aledaños, era como disfrutar de una droga suave y blanda que la naturaleza nos enviaba con gratuidad.

Por realizarse esta aromática cosecha en septiembre coincidía con la Feria de San Julián. Así oler espliego me lleva a la Feria donde había de todo menos dinero. Una de los recuerdos más nítidos de mi infancia es verme echado en el suelo detrás de las casetas de tiro, recogiendo los plomillos ya gastados para llevarlos a casa y con un destornillador y mucha paciencia ir dándoles su forma primitiva hasta poder usarlos de nuevo sin pagar; acompañado de Alfonsito, aquel día me las prometía muy felices pero el dueño de la caseta nos descubrió y nuestras posaderas probaron la puntiaguda caricia de sus botas.

Las Ferias de mi infancia fueron siempre desangeladas, pasadas por agua, descafeinadas. Sólo recuerdo los gorritos de papel charol, el ratón correcalles de todos los años y algo más tarde, los primeros caballos en La Fuensanta.


La relación del espliego con mi adolescencia me sitúa en Villar del Horno, con mi buen amigo César Arcas visitando a un enfermo. Por aquel entonces la esencia de espliego era el perfume más codiciado entre las gentes de lugar y era un honor destapar el frasquito para que las casas olieran bien.

Espliego: caldera: alambique: Vivero: Serranía: mi banquete de boda: alegría y también Serranía derribado: la iglesia de los Paules donde me casé ya no existe como iglesia: el sacerdote dejó de serlo a los pocos años y la Escuela Normal de Magisterio donde me gradué ha pasado a mejor vida; dos de los cuatro edificios donde he ejercido mi profesión han desaparecido. Sólo quedamos Emilia y yo, incombustibles con el paso del tiempo.

Esta planta mágica es muy apreciada como ambientador y repelente de polillas. La inhalación de su aroma calma los nervios y alivia las depresiones. Las hojas y las flores se emplean para preparar té, muy útil contra las palpitaciones cardíacas, las cefalgias, las convulsiones, las jaquecas y los insomnios y el aceite de espliego puede ser utilizado en el tratamiento de las heridas y las úlceras.

Dicen que los romanos añadían espliego al agua de los baños, también se ha usado y se sigue usando hoy en día perfumar la casa y la ropa.

Dicen que allá en los primeros años sesenta se pagaban siete pesetas por arroba de espliego en bruto y el kilo de esencia podía subir hasta doscientas pesetas. La vida es caprichosa y curiosa. Las modas pasan y la esencia del espliego permanece en mi mente. Emilia, durante el verano, hace “piñas” de espliego, ambientador artesanal que luego regala a las amistades. ¿Será el espliego un talismán matrimonial?

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